La promesa


21 de octubre. Hønefoss (Noruega) – Sorø (Dinamarca) 703 kms

-6º C


Sin contemplaciones: aquí hace frío.

Bajo al parking del hotel. La moto, como cada noche, duerme a la intemperie, eso sí, pagando por el parking. Cosas de los escandinavos, supongo.

Vuelve a arrancar al segundo intento a pesar de que en su termómetro marca -6ºC. Flipas.







Según internet la costa noruega está impracticable... así que decido irme a Holanda, ya estoy harto de ir dando la vuelta sin llegar a los destinos. Parece que voy en uno de esos cochecitos que se va chocando con los obstáculos y se da la vuelta.
Esta decisión me ha fastidiado mucho más que la de hace unos días. No llegar a Cabo Norte no me ha importado demasiado, pero perderme los fiordos noruegos y todas las obras de ingeniería que hay entre ellos... ¡volveré!









La cosa es que hoy hace un frío del copón y me conformo con volver a ver el fiordo de Oslo que, algo es pero, no es lo mismo.




De vez en cuando hago alguna incursión por los bosques, por un lado para romper la monotonía, por otro para retrasar la salida de Escandinavia...




A lo tonto ya estoy a la altura de Goteborg. Voy pensando en hacer una parada turística pero desde hace algunos kilómetros voy viendo en el horizonte, frente a mí, una única nube en un cielo limpio. Es una nube gorda y negra, poderosa y amenazante. Me voy acercando y voy temiendo que me la voy a beber enterita. Finalmente, la esquivo pero ha descargado nieve por donde yo paso. Durante 10 kilómetros vuelvo a circular a 20 kms/h. Adelanto algunos coches que se quedan esperando al quitanieves. Declino tal posibilidad aunque, me temo, hubiera sido lo más lógico.




Y, olvidándome del turismo en Goteborg, me planto sin más contemplaciones en Helsingborg (Suecia) donde monto en un ferry que me traslade a Helsingor (Dinamarca). Anda que no habrá combinaciones de letras para poner nombres...
Me despido de la península escandinava con una idea en mi mente, con una deuda en mi moto, con una promesa en mi alma: ¡volveré!





Y como me gustó mucho a la ida, me fui a dar una vuelta, otra vez, por Copenhage. Compruebo que la Sirenita sigue lejos de donde debía estar... ¡Así, no!











La temperatura sube, en 3 kilómetros de 1,5ºC a 8ºC. Hacía muchos días que el termómetro de la moto no indicaba tanta temperatura. Casi tengo sensación de bochorno.
Voy dando un rodeo porque no quiero coger más barcos y porque quiero pasar por un puente que se me antoja bien chulo, el que va dirección Odense (con d, no con r). Pero empieza a llover muchísimo y decido parar en el primer pueblo que vea, que resulta ser Sorø. Está chulo este sitio.
Hoy no tengo mucho hambre así que pido para cenar un sandwich. Hay que ver las distintas interpretaciones de la palabra sandwich...





Mientras hacía la digestión iba repasando los kilómetros vividos los últimos días. Iba pensando en lo espectacular que es la vida cuando está orientada a sobrevivir al frío. Iba pensando en que a Escandinavia hay que volver... con mejor tiempo para poder llegar a puntos a los que en este viaje no he podido. O con peor tiempo pero con la moto preparada para ello, para ver cómo son los días cuando nunca se hace de día, para ver cómo una nevada puede durar una semana, para ver que se puede vivir en un clima tan hostil... para ver que el clima es hostil... o no.
Y estaba tan contento pensando en que estaba en un sitio tan chulo que me dormí.
¡Qué chévere!, pensé.





3 comentarios:

  1. El año que viene pienso volver, creo que algunos del foro se apuntan, así que sería un honor contar contigo... Pero en VERANITO!!!
    Luis GSA

    ResponderEliminar
  2. Nunca hago planes con tanta antelación pero está claro que volver, voy a volver.
    Gracias por contar conmigo!

    ResponderEliminar
  3. me encantò tu forma de relatar y la osadìa de andar solo por esas latitudes,reconquistando los parajes,los paìses ,el mundo,felicidades y feliciotaciones

    ResponderEliminar