El color del otoño en Suecia






15 de octubre. Lund (Suecia) - Sigtuna (también) 668 kms.
4,5ºC





Me he quedado dormido. Nunca utilizo el despertador porque siempre me despierto a primera hora sin necesidad de ruido, pero debe haberme dado un ataque de jet-lag o algo así. En estas latitudes ya se nota que amanece temprano y anochece muy pronto. He perdido un par de horas importantes...
Como tengo prisa, doy un paseo tranquilo por Lund. Hace sol. El termómetro marca entre 4º y 7º pero la sensación térmica es de mucho frío.
Está chulo este sitio, tan escandinavo él, con su frío, con sus bicicletas, con sus parques, con su catedral, con sus bonitas casas, con sus rubias suecas.






Se me funde una bombilla (bueno, a la moto). Recuerdo que la cambié en Estambul, en mi último viaje largo. Con el frío que hace, cualquiera se entretiene en cambiarla, se me quedarían las manos heladas. Bueno, tiro de lámparas supletorias.
Enfilo rumbo a Estocolomo. La carretera tiene cada pocos kilómetros tres carriles, dos de ida y uno de vuelta o al revés, uno de ida y dos de vuelta. Depende.
Separando los carriles que van de frente hay un quitamiedos con unos gruesos alambres. A mí, más que quitarme miedo, me lo dan. No quiero imaginar las consecuencias de la caída de un motorista contra ellos. Peligrosísimos. Y será la tónica habitual a lo largo de toda Suecia.



El paisaje, aunque muy llano, es espectacular:
Veo un hermoso lago rodeado de un precioso bosque.
Unos kilómetros más tarde veo un hermoso lago rodeado de un precioso bosque.
Algunos kilómetros después veo un hermoso lago rodeado de un precioso bosque.
Y así todo el rato.




La vida transcurre a 110 kms/h en Suecia. Es el límite de velocidad en las vías principales. Y todo el mundo lo respeta con rigurosa exactitud. Termina siendo un problema porque el coche que te adelanta lo hace a 112 kms/h o poco más. Así las cosas, tarda en hacerlo unos minutos y es posible que esté en el ángulo muerto de los retrovisores un rato, olvidándosete que está ahí.
Yo me llevé algún susto y decidí cambiar la posición del retrovisor izquierdo.
Además, da cosa ver los cochazos que circulan por aquí a esa ridícula velocidad. Predominan los Volvo y Saab. Casi todo el mundo tiene uno.
Paso junto a la fábrica de Husqvarna, Saab y Scania. Cada pueblo tiene un media markt y un ikea. Se sienten orgullosos de su ingeniería aeronaútica. Son curiosos estos suecos.







Y así es como llegas a la capital sueca. Mola llegar a Estocolmo. Mola Estocolmo.
Queda patente que estamos en otoño. Pareciera que a un pintor se le hubiera terminado la pintura de color verde y utlizara el resto de su paleta para pintar la ciudad.
Y a mí me pareció muy guay









Estocolmo es una ciudad muy moderna, enorme, cosmopolita, elegante, con mucha vida... Apunto en mi agenda que tengo que volver con más tiempo y dedicación.












Y como no me apetecía pasar la noche en una ciudad tan grande, recorrí 30 kilómetros más para hacerlo en Sigtuna, población venida a menos pero que en su día tuvo gran notoriedad. Hay restos de importantes iglesias, hay piedras rúnicas, hay un hermoso lago y, además, se ponía el sol cuando el viajero llegaba.












Una niña me invita a echar migas de pan a los patos mientras el sol se pone. Me voy dando cuenta de que cuanto más al norte, las puestas de sol son mucho más largas. Lo que en el verano de Ibiza tarda en caer 15 minutos, aquí dura una hora.
Me complico la vida buscando hospedaje pero consigo uno que parece caro. Como me hago un lío con el cambio de moneda, me quedo.
Me ofrecen la sauna con cierta expectación por ver si entro en calor (a partir de aquí, todos los hoteles disponen de una gratuita). Se convierte en una sala de meditación diaria para mí. Y en una ayuda para la supervivencia, qué caray.
Chachi.
Aunque esto tiene que ser caro, te aviso de que me he dado cuenta.
Pienso en que sólo llevo cuatro días de viaje y ya he pasado mucho frío. Y queda lo peor. Y lo mejor. Estoy a pocos kilómetros del paralelo 60º N, del que me han recomendado no pasar. En ocasiones dudo si hacerlo. Cada kilómetro que subo lo tengo que bajar después. Estoy, más o menos, a la altura de John O´Groats. Recuerdo que cuando estuve allí no tenía la certeza de si alguna vez rodaría más al norte...
Aún me puedo poner más capas de abrigo. Las guardo como protección psicológica. Si las tuviera todas puestas ya y aún tuviera frío, el miedo se apoderaría de mí. Aún y todo, cuesta pararse a hacer fotografías. Hay que pensarlo un par de veces porque al volver a arrancar me quedo totalmente helado. Además del procedimiento ineludible para volver a ponerse bien los guantes, mangas, cremalleras...
Me acuerdo de quienes me recomendaban no emprender este viaje en otoño. Y de la caída en la puerta del garaje. Eso me hace fuerte y cauto.
Después de la meditación, descubro un saloncito con música relajante, cafés, tes y pastas a disposición de los huéspedes. Esto tiene que ser caro. Me hago fuerte. Hay un congreso de no sé qué. Muchas mujeres, todas suecas, todas rubias (menos las teñidas de morenas). Me parecen un poco pánfilas. No me sorprende que luego cuando van a Torremolinos la líen. Bueno, eso decían Pajares y Esteso que yo no lo he visto.
¡Jo, ya estoy en Sigtuna!, pensé.
Y me dormí.
Chachi.




3 comentarios:

  1. Relato divertido, fluido, ameno, y con el justo punto ironico de alguien inteligente.

    Gracias a este verdadero motero & viajero (en este orden), podemos vivir sin frio un bonito viaje a Escandinavia.

    Gracias Sultan de Ibiza.
    Un saludo A.Boxer

    ResponderEliminar
  2. Siempre es un placer leerte, y sentirme dentro de tu bonita historia.

    ResponderEliminar
  3. Buf. Me dejas sin palabras.
    Eres un tío duro y sensible.
    Gracias por existir

    ResponderEliminar