La sexta duda




19 de octubre. Arvidsjaur (Suecia) - Uppsala (Suecia) 819 kms
4º C


A las 5:30 tengo los ojos como platos, pero no es buena idea coger la moto tan temprano. Demasiado hielo. Me entretengo con el desayuno porque yo cuando me meto en el papel, me meto:

-Good moorning
-Gud monin
-¿español?
¿¿?? Sonrío y asiento
-¿Café?
-Yes

Voy preguntando a todos los que se acercan a desayunar. Ni uno sólo confía en que pueda llegar por la ruta prevista... Ostersund (paso obligado) está nevado (y helado) desde hace varios días. Renuncio a una escultura en mi memoria en mi pueblo y, mecachis, decido ir hacia el sudeste.







Mola el sudeste, al menos por esta carreterita. No hay hielo en la calzada, ni tráfico. Durante dos horas conduzco feliz. Por fin aparecen curvas lentas. Hace días que no paso por curvas lentas. Disfruto mucho de mi moto y del paisaje, de los lagos helados, del silencio, del frío... chachi.








A ratos, dudo si habré hecho bien, o no, con las decisiones que he ido tomando.
A ratos, vuelve a aparecer algún tramo helado y se disipan las dudas.






Hoy el cielo se ha vestido de nubes, de nubes que amenazan lluvia. Está precioso. Despide una luz indescriptible, así que no la voy a describir. No sabría hacerlo.
Pero hice fotos del asunto.









Llego a un pueblo de cazadores. Aquí tenía que haber un concejal cachondo, te lo digo yo. Al salir del pueblo, la carretera desaparece. No está. Pero aparece una pista facilona y divertidísima, jaja, ¡qué buen rato!








Veo vacas. ¡vacas! Hacía muchos días que no veía vacas. Y alces que se asustan cuando paro a hacerles una foto. Así que no se la hago.







Finalmente llego a la costa, a Harnösand. Es un pueblo muy chulo presidido por un trampolín de saltos de esquí. Hay que ser valiente.





A partir de aquí, vuelven a aparecer los radares (habían desaparecido por el norte), vuelve a haber bicicletas en los pueblos (habían desaparecido por el norte) y vuelve a haber árboles de hoja caduca con el color que tienen las hojas caduca en otoño (en el norte, bueno eso)
Cumplo 6000 kms de viaje en 8 días y se me resiente un poco la muñeca derecha. Siempre que sucede lo mismo me pasa igual.
Lleva medio chispeando todo el día. Me he dado cuenta de que por aquí sólo se utilizan los antiniebla cuando hay niebla. Cuando hay niebla de verdad. Absolutamente nadie los conecta si no es así. En otras latitudes hubiera visto muchas, pero que muchas, luces encendidas en estas condiciones.
Algunos cientos de kilómetros después vuelvo a abandonar la costa para dirigirme a Oslo. Empieza a llover. Con fuerza. Como me estoy quedando sin gasolina (me refiero a la moto) paro a repostar. En una gasolinera.
Se me acerca, despacito, un policía alto y fuerte, como el de "cerdos salvajes" Me saluda y con prudencia me dice que le suena mi cara. Me somete a un interrogatorio de primer grado: que a dónde voy, que de dónde vengo, que si duermo en tienda de campaña...
Le contesto que a mí también la suya, pero me reservo de qué peli me suena, y le voy soltando las respuestas.
Me dice que ni de coña.
Que por qué.
Que le acaba de llegar, por radio, un aviso de fuerte nevada que viene desde Noruega (la nevada, el aviso no sé). Me recomienda llegar a Estocolmo y desde allí dirigirme a Oslo, un pequeño gran rodeo, en aras de mi seguridad. - Ten cuidado, podrías matarte.
Ya me estoy chinando con tanto dar la vuelta pero insiste. Le hago caso ya que su advertencia es en un tono serio. Se hace creer.
Al despedirnos, serio, me espeta un "be careful" que me llega al alma. Cuando un poli cachas, sueco, te dice eso en medio de una tormenta, se te pasan las ganas de tonterías, te lo digo.
Y medio mosqueado, frío y empapado llegué a Uppsala, una de las pocas ciudades grandes de Suecia. Encontré un hotel malo y caro y a las 8 de la tarde ya estaba rendido y agotado.
Con la duda de a dónde iré mañana, me acosté pensando que, a pesar de todo, días como el que se está terminando, molan. Mucho.


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