Why? ¡¡¡GUAY!!!


14 de octubre. Lich (Alemania) - Lund (Suecia) 828 kms. 2ºC






Me lo paso pipa desayunando. Hay un montón de tipos de mantequilla distintos. Y de salchichas. El café está riquísimo.

Me doy prisa con las viandas porque tengo ganas de moto. Si no hay sorpresas hoy llegaré a la península escandinava... el simple hecho de pensarlo hace que sienta un cosquilleo en el estómago. Camino a la moto encuentro una singular estampa... ¡oh, qué bella es!, pensé.





Antes de abandonar Lich vuelvo a dar una vuelta por el pueblo. Me recuerda muchísimo a Chester, una joya de Gales.
Uno nunca sabe si volverá, ni cuándo, a lugares tan extraordinarios... y me fui.



Según voy saliendo de Lich va apareciendo la niebla. Hace más frío que ayer aunque, de momento, tengo la sensación de que no es así. Por si acaso, aún llevo en las maletas varias capas de abrigo que ponerme.

Amanece

Flipo.





Voy avanzando por la aburrida autopista, pensando en el frío que hace. Con este clima es normal que en Alemania los porteros tengan la cara de Oliver Khan en vez de la de Iker Casillas. Ahora lo entiendo todo.

Encuentro alguna curiosa señal, paso junto a una pista de esquí artificial...




Estoy llegando a Hamburgo. Se disipa la niebla y luce el sol. Esta zona del país es muy llana, apenas hay colinas. Inicialmente tenía la intención de parar para dar una vuelta pero, al ver lo enorme que es la ciudad, declino tal posibilidad. Me voy con la duda de si las hamburguesas están tan buenas como dicen...

Paro en una gasolinera y cuando voy al servicio me encuentro con unas barras giratorias como las que hay en la entrada del metro. Hay que pagar 0,70 €. Me parece caro para lo que se estila en España por relajar un esfinter, pero decido pagar sin más alboroto.

Una vez dentro cambio de opinión. Me parece barato. El servicio está lleno de aromas de perfume, el secador de manos es turbo y hay un dispensador de desinfectante de manos muy agradable.

Además, con el ticket me hacen un descuento de 0,50 € al tomarme un café. Lo dicho, barato el invento germano.

Y a lo tonto, a lo tonto, me planto en Puttgarden, en cuyo puerto cojo un barco que me deposite en Dinamarca. Para no perder la costumbre, llego el último y me toca a mí atar la moto. No importa. El mar Báltico (al menos por aquí) está lleno de molinos de viento, sí, sí, ahí en mitad del mar. Imaginaros el viento que hacía.

Y 23 minutos después ya estaba tocando suelo danés.

Mola.





Dinamarca es plana. Muy plana.

Y allí hace viento. Mucho viento.

Enfilo una recta que en 100 kms me ha de llevar hasta Copenhage. Adelanto un camión con matrícula de Almería y le saludo. No me contesta.

-¡Pues que sepas que si gritas "gaseosa" voy a ser el único en muchos kms a la redonda que te va a entender!

Y llegué a Copenhage.

¡Qué chulada de lugar, oiga!





Edificios modernos, picudos, ciudad limpia, calles muy, muy anchas, ausencia de grandes alturas, arquitectura típica escandinava, canales de agua por las calles, casas de colores, bicicletas, miles de bicicletas... y silencio. Copenhage es una ciudad silenciosa.
Me dejé llevar por lo que parecía ser el centro de la ciudad y, efectivamente, lo era. Yo también iba contagiado del silencio generalizado. Era imposible retener una sonrisilla por las comisuras de mis labios. Iba con esa sensación indescriptible que tiene uno al llegar a algún lugar soñado, lejano, mágico... esa sensación que sólo se puede calificar como... ¡guay!. Eso es, era un momento guay.




Y me fui a buscar la Sirenita de Edvard Eriksen. Había visto cómo muchos moteros que iban o volvían de Cabo Norte se retrataban con la famosa estatua y yo no quería ser menos. Preguntando no me costó llegar al parque Langelinie, en la bahía del puerto. Un lugar, sin duda, maravilloso. Si yo fuera sirenita, me gustaría tener una estatua en ese entorno, ya lo creo.




Y cuando llegué al punto en el que la Sirenita se ha encontrado los últimos 97 años, me llevé una desagradable sorpresa... Se han llevado el bronce a la exposición universal de Shangai y han dejado en su lugar una pantalla con la imagen de la señorita con cola de pez en su nueva y provisional ubicación...




¡Podían haber hecho al revés, dejando las cosas en su sitio y la pantalla en China!
Enormemente contrariado decidí dejar el parque, Copenhage y Dinamarca y me fui a Suecia, pasando primero por un túnel largo y moderno y por un puente después. Largo y moderno también.
Y ya estaba en Suecia.
Mola.
Aunque ya era de noche decido no parar en Malmö, que es lo primero que uno se encuentra en Suecia. Demasiado grande, demasiado impersonal. Sigo 20 kilómetros más y detengo la moto en Lund, una de las ciudades más antiguas del país.
Voy buscando hotelito, a ver si encuentro uno con tanto encanto como el de ayer. Las calles son anchas, las ventanas no tienen persianas ni cortinas, las personas andan con prisa y ensimismadas... el motero observa con expectación y agrado.
Después de muchas vueltas, entretenidas vueltas, encuentro hotel. No parece nada del otro mundo pero como me hago un lío con el cambio me quedo. Resultó ser el más caro de todo el viaje.
Inspecciono la habitación y el servicio. El retrete tiene un extraño mando y dos dispensadores de sendos chorros de agua, uno por delante y otro por detrás. A resultas de mi curiosidad encharco el servicio y me quemo la mano con el agua que sale muy, muy caliente de uno de los chorros.
Como para poner ahí salva sea la parte.




Aparco la moto en un divertido parking de colores, frente al hotel. No hay barreras para entrar o salir, sin embargo hay que pasar la tarjeta de crédito al llegar y al irse. Así queda constancia del tiempo que ha estado uno y se paga en consecuencia. Me parece tan fácil irme sin pagar que no lo hago porque sospecho que tiene que haber truco.




Me hago fuerte en el pub que hay entre el hotel y el parking. Como de costumbre, cada noche, intento planear qué voy a hacer el día siguiente. Como si eso fuera tan fácil. Cuando despliego toda la infraestructura en la mesa pido una rubia (cerveza, se entiende) y la rubia (camarera,se entiende) se interesa por mi viaje. Voy a Nordkapp, contesto, y me dice (la rubia) que no sabe dónde está eso. Se lo explico.
- Ah, nice!... why?
Me quedo sin respuesta. Sólo se me ocurre un juego de palabras que, seguro, no va a entender. Lo hago porque es un viaje guay, sin más... ¿lo pillas? why? Guay!
Algunas rubias después (cervezas, se entiende) me retiro a mis aposentos, preocupado porque he estado en Dinamarca y, sin embargo, no he visto ningún gran danés. ¡Qué extraño!

¡Jo, ya estoy en Lund!, pensé.
Y me dormí
¡Guay!



1 comentario:

  1. Hahahahahaaaa...

    ... no has visto pastores alemanes en Alemania, ni un Gran Danés en Dinamarca, que raro no?? Hahahahaaaaaa...

    Linch y Lund apuntadas en el Google Earth.

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