Hasta el Círculo Polar Ártico y más allá...





17 de octubre. Skellefteá (Suecia) - Saariselka (Finlandia) 641 kms
2º C



Hoy he visto los primeros renos, he circulado por una pista de aterrizaje abandonada, he estado en la casa de Papá Noël.
Hoy he visto lagos helados, he circulado en territorio Suomi, he mirado a los ojos a un hombre bueno.
Hoy he visto calles heladas, he circulado por carreteras heladas, he sentido el sueño helado...






A primera hora consulto mi correo. Mañana, si todo va bien, debo llegar a Nordkapp y tengo interés en la previsión metereológica. Me ha escrito Gloria, del Artic Ice Bar de Honningsvag. Todo está nevado. No obstante, la previsión para mañana es de buen tiempo. No tanto para pasado. Eso me preocupa, dado que este viaje, especialmente, es como el alpinismo: hay que hacer cumbre pero también hay que prever el regreso...
Además, no sé qué vía seguir... los últimos kilómetros del camino lógico son por una carretera secundaria que me hace dudar... bueno, iremos viendo. De momento hoy intentaré dormir en Inari. He visto una cabaña estupenda junto a un lago maravilloso a un precio buenísimo.
Bajo a por la moto. La recepcionista me saluda en castellano. Los dos gritamos un ¡BIEN! al ver que la moto sigue estando donde la dejé ayer. Otra cosita es.
Arranca al segunto intento, sin síntomas preocupantes de nada. En pocos kilómetros desaparece el hielo de la carretera y despeja alguna de mis dudas... vámonos a Finlandia.









Algunas señales de tráfico tienen los colores patrios. Son curiosos estos suecos.
Cuando van en sus cochazos (tan al norte hay menos volvos...) tan despacio, tan impersonales... parece que vayan a lo suyo, haciéndose los suecos, claro.
Y ya estoy en Laponia. Chachi.





En algunos edificios hay banderas de Suecia, Noruega, Finlandia y Rusia que son los cuatro países sobre los que se extiende Laponia. Y como yo no lo sabía estaba un poco liado con tanta bandera.
La temperatura no sube de 2,5ºC en todo el día. Uno se acostumbra a conducir con el aviso de la moto de "precaución carretera helada". Lo malo de esta temperatura no es que sea excesivamente baja (he conducido con mucho más frío en otras ocasiones); lo malo es la cantidad de horas que se permanece en esas condiciones. El frío termina colándose por algún sitio.
Paro a repostar en una gasolinera. Se acerca una anciana llena de vitalidad y me pregunta por mi destino. Cuando lo escucha cambia el semblante de su rostro, se despide y se marcha.
Me deja, sinceramente, lo que viene siendo bastante preocupado.
Conduzco algunos kilómetros rumbo este, después de muchísimos kilómetros enfilando el norte, norte y más norte. Me despido del Golfo de Bothnia que en pocas semanas estará totalmente helado.







Llego, al fin, a Haparanda, última ciudad de Suecia. Allí presumen de tener el Ikea que está más al norte del mundo. Bueno, vale, pero me voy a Finlandia.








Finalmente he decidido subir por Rovaniemi en vez de por Malmberget. Veremos qué pasa con la dichosa carretera secundaria del norte.
Las señales de "precaución alces", son distintas a las suecas. Veo los primeros renos en los arcenes. La carretera aparece de repente en una pista de aterrizaje (o despegue, depende) que, imagino, está en desuso. Aunque yo la uso.
Está chulo esto de Finlandia. Ya lo creo.
Chachi.









Y sin más contratiempos llego a Rovaniemi. Esperaba algo más de la ciudad. Como fue totalmente aniquilada en la 2ª Guerra Mundial no cuenta con edificios antiguos. Así, lo más llamativo está a las afueras. Al llegar a la casa oficial de Papá Noël, primero (menudo sarao que hay montado) y al círculo polar ártico, después.







En el Círculo también hay un sarao importante y aquí me entretuve un buen rato, comiendo algo, descansando un poco y comprando algún regalo (primera tienda de souvenirs que veo desde Estocolmo...)

















La dependienta de una de las tiendas me pregunta por mi sensatez. No hay motos por aquí en esta época del año, si acaso las de nieve (que se ven muchas dispuestas a que esté todo blanco). Resulta que la chica en cuestión veranea en Torrevieja, bien cerquita de donde vivo. No se lo puede creer. Yo tampoco. Busca en su ordenador la previsión del tiempo en Cabo Norte y me la entrega, por si me sirve de algo. Sol y máxima de -1ºC. Bien.

Llamo a casa. Desde aquí quedan 680 kms hasta Nordkapp. Ya no tengo ninguna duda de que llegaré. El frío es soportable. Estoy muy, muy contento. Aviso para que estén pendientes de mí, mañana, en la webcam de Honningsvag.

A partir de este punto, al menos un día al año no sale el sol y al menos un día al año es de noche todo el día. Esto confiere al viaje un halo mágico.

Cuando vuelvo a arrancar la moto voy cantando a voz en grito aquello de ¡PO-DE-MOS! ¡PO-DE-MOS!... y así todo el rato.

Al norte del círculo (polar ártico) hay muy poca circulación. Tampoco tenía yo la sensación de cantar tan mal. Empieza a haber bastante nieve junto a la carretera. Poco a poco, los lagos por los que voy pasando están congelados o en proceso de estarlo pronto.

El color del día yo no sabría explicártelo, ni el tamaño del cielo. La belleza del momento, tampoco.










Cuando me doy cuenta, todo lo que no es carretera principal, está blanco. Las calles de los pueblos están cubiertas de hielo. Los accesos a las gasolineras están cubiertos de hielo. Los caminos y carreteras secundarias están cubiertas de hielo. Como todos tienen neumáticos de invierno, no intentan quitarlo. Me temo que tampoco podrían.
Como cada día, antes de que empiece a anochecer y antes de que me complique más la vida, decido repostar gasolina. Llegar al surtidor es una odisea. La cafetería tiene una ajetreada vida social. Siempre recordaré la cara con la que me miraban. Eso es lástima y lo demás son bromas.
Sin embargo, yo estaba contento.
Algunos kilómetros después, mis cánticos se ven interrumpidos por un susto en una curva: se me ha ido la moto de delante. No ha pasado nada, ha sido una advertencia de que empieza a haber hielo en la calzada también.
Ralentizo mucho el ritmo y proporcionalmente va apareciendo más hielo. En una curva están atendiendo un accidente. Se me corta el rollo cosa mala.
Lleva un rato atardeciendo. Nieva. ¡Está nevando! Exceptuando una moto venida desde el otro punto de Europa, apenas hay tráfico. Si acaso, el de los renos y alces que, ignorando a qué peligro se exponen, cruzan la calzada ante mí, sin importarles que no puedo tocar el freno... me temo que, como no espabilen, alguno se sube a la moto.






Después, sólo hay una fina línea negra de no más de 10 cms en el hielo. Debo evitar que las ruedas se salgan de ella.
Llevo un rato circulando a 30 kms/h. Sólo son las 3 de la tarde pero decido parar en el primer hotel que vea.
Tenía que haber dicho en el primer hotel que pueda. Los pocos que hay cuentan con accesos poco accesibles. Para mí al menos. Ni siquiera encuentro dónde dejar la moto para poder acercarme andando hasta el hospedaje. Sigo adelante y espero encontrar alguno al que pueda llegar.
Una hora más tarde, ya de noche y agotado, veo una gasolinera en una vaguada. Llego hasta la altura del cruce y veo que está cerrada... decido no hacer ningún kilómetro más. Es muy arriesgado. Demasiado. Allí, en mitad de la calzada, sin salirme de mi, ya inexistente, línea negra, paro el motor de Simba. Permanezco subido en ella, sin bajarme. Tampoco sabría a dónde ir.






Pocos minutos después aparece mi ángel de la guarda en forma de finlandés con bigote y furgoneta roja. Primero me reprime por mi osadía. Después me ayuda a dejar la moto en la estación de servicio. Cojo algunas pertenencias y me lleva a un hotel cercano en su vehículo provisto con ruedas de clavos.






No me abandona hasta que se asegura de que encuentro habitación libre. Después, me indica dónde puedo beber la mejor cerveza de Finlandia, pero declina mi invitación porque tiene prisa. ¿tiene prisa? y ha estado esperando pacientemente hasta que se ha asegurado de que duermo bajo techo.
La recepcionista recita de memoria las tarifas del hotel mientras yo le digo a mi ángel que es una Buena Persona.
Y se fue. Así, sin más.
Después de la sauna finlandesa (totalmente prohibido entrar con algo de ropa) hice caso a mi nuevo amigo y probé la mejor cerveza de Finlandia. Fresquita sí que estaba, doy fe.
Y allí, cerca de un lugar llamado Saariselka, observando cómo transcurre la vida cuando todo está rodeado de nieve y hielo, cuando de día es de noche, llegué a la conclusión de que era muy afortunado por poder haber vivido una jornada motera como la que se estaba terminando.
Tope guay, pensé.
Y me dormí.





4 comentarios:

  1. Si señor, has tenido un par....
    Esa no es precisamente la mejor epoca para recorrer el norte.
    Yo lo conozco algo, no solo por mis viajes en moto, por ahi, sino porque he viajado a menudo por motivos comerciales.

    Eso si que es una aventura, ni Marruecos, ni Escocia, ni Tunez...

    Me ha encantado tu sorna.

    CIMI

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  2. Gracias Cimi

    No es la mejor época si lo importante es llegar. Pero cuando lo importante es vivir una experiencia única... yo la recomiendo
    ;-)

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  3. Lástima que no llegaras al camping de Inari, creo que estuve en ese mismo, con un hidroavión y todo, y era un sitio idílico, a pesar del frío de la cabaña. Un viaje grande, casi tanto como tus huevos!!

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  4. Que pasada.

    Lo que yo siempre he querido hacer, si tuviera huevos para hacerlo.

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