Una vida de piedra

20 de octubre. Uppsala (Suecia) – Hønefoss (Noruega) 622 kms
4,5º C
Esto de hoy es “pa contarlo”. Qué chulada.
A primera hora del día enfilo rumbo Noruega de una vez por todas. Amenaza lluvia pero no cae ni gota. Buen rollito.
La carretera es bastante entretenida y voy disfrutando del viaje. Apuro el depósito de gasolina y paro a repostar, cuando me queda muy poquita autonomía, en una de esas gasolineras automáticas, que es lo que se estila por aquí. Sin embargo, antes, decido utilizar el servicio de una bonita cafetería que hay junto a los surtidores. Pido un café, unas cuantas galletas de mantequilla y les cuento qué hago yo por allí. Me dicen que en Oslo hace buen tiempo pero que en Estocolmo nieva. Bueno, pues yo vengo de Estocolmo y no nevaba, pienso. Pero aquí todos tienen su maquinita de previsión del tiempo. Después, me dispongo a pagar con la tarjeta de crédito. Esto no te lo había contado pero, he hecho todo el viaje sin cambiar moneda. Donde no admitían euros pagaba con tarjeta y listo. Por aquí se puede pagar con tarjeta cantidades muy pequeñas, como cafés, en cualquier sitio, si la tarjeta dispone de chip (y código). Las de banda magnética (y firma) no gustan demasiado por aquí. Eso sí, la comisión la paga el cliente.
La cosa es que me dice la muchacha que la maquinita da error. Me doy cuenta de que la tarjeta que estoy utilizando casi todo el viaje, la que tiene chip (y código), no tiene un límite de crédito demasiado alto y que, como preparé el viaje de la noche a la mañana, se me olvidó subir ese límite. Y las otras visas que llevaba no tenían chip (y código)… Me pongo rojo como un tomate y le cuento mi vida. Finalmente, me invita al café, a la galleta que había hincado el diente y al uso del urinario.
Por supuesto, me olvido de poner gasolina en un surtidor automático. Según el GPS en pocos kms hay algunas gasolineras más, aunque no sé si llegaré. La primera, automática. La segunda, automática. La tercera, a la que casi no llego, por fin con personas humanas atendiendo al viajero. Al entrar en el establecimiento, cojo aire, pongo la sonrisa de los viajes y le suelto a la chica que “tenemos un problema”. Pone cara de horror y, antes de que suelte prenda continúo –tengo dinero en el banco y tarjeta de crédito en el bolsillo, pero no tengo ni gasolina en la moto ni chip (y código) en la tarjeta.
Pone cara de lío y de querer ayudarme y yo insisto “we´ve got a problem, we´ve got a problem” mientras le enseño la tarjeta de crédito sin chip (ni código). Finalmente, hace una fotocopia de mi DNI, y accede al cobro con mi tarjeta (la de sin chip, digo, que te pierdes). Curiosamente, no me hace firmar recibo alguno. Le juro gratitud eterna, recibo un sms desde España diciendo que ya me han solucionado el límite de la tarjeta (je, ahora) y me largo a Noruega.





Noruega es distinta desde la misma frontera. El terreno es más ondulado, la carretera es más sinuosa, hay más bosques, el firme está en peor estado, las señales de los renos tienen el fondo blanco… Noruega engancha desde el primer kilómetro.





Y así, sin darme mayor importancia, es como llegué a Oslo.
Chachi.
Oslo es una ciudad con mucho tráfico, como cualquier capital europea que se precie. Y cosmopolita, como cualquier capital escandinava que se precie. Y con inmigrantes! Hacía muchos kilómetros que no veía inmigrantes. Cuando en una ciudad hay gente extranjera pero con pasta, decimos que es cosmopolita. Cuando hay gente extranjera pero sin pasta, decimos que está invadida por los inmigrantes. Oslo tiene de todo un poco. Y frío. Y calles amplias, limpias y silenciosas. Y otoño, tiene otoño Oslo (al menos cuando yo fui).




Pero lo que más llamaba mi interés de Oslo antes de ir, es lo que más me impresionó de Oslo después de estar: el Frognerpark del escultor Gustav Vigeland. Me impresionó tanto que, sin dudarlo, lo calificaría de impresionante.
Cada grupo simboliza una fase de la vida, desde el círculo de los niños simbolizando un embrión, hasta la rueda de la vida... el nacimiento, juegos, amistad, sexo, amor, discusiones, paternidad, envejecimiento, cuidado de los nietos... no tengo palabras.
Lo dicho, impresionante.






Al volver a la moto encontré un niño mirándola fijamente. El tío no decía ni mu pero su madre, al menos, sabía algo de castellano (segundo idioma en las escuelas noruegas). Le subí a la moto (al niño, digo), le hice una foto (al niño, digo) y nos quedamos todos tan contentos




Y, una vez más, me volví a ir de un lugar hermoso, triste, por irme, feliz, por haber estado.



Voy hacia Bergen por una carretera muy divertida mientras comienza a oscurecer. Baja mucho la temperatura pero no me importa y paro a hacer alguna foto por los lagos que voy encontrando. Por allí desaparece el sol, por allá aparece la luna. ¡qué risas!




La temperatura ha bajado a -5ºC pero la carretera está húmeda y esto no me da tanta risa.
Veo una cabaña para pasar la noche pero quiero continuar un poco más. Media hora después, sin haber vuelto a ver ningún hospedaje, consulto el GPS: el siguiente está a 200 kms ¡no fastidies! Entro en una gasolinera y confirman la predicción del aparatito así que no me arriesgo y vuelvo hacia atrás, hasta Hønefoss.
Veo un elkhound noruego, una especie de husky típico de Noruega. Mola. Tenía ganas de ver un perro de estos pasando frío... pasando frío yo, digo, que a él se le ve tan pancho.
Y aquí, en Hønefoss, comprobando por sendas webcams que Bergen y Stravanger están nevadísimos, me empiezo a poner un poco nervioso con el tema. Nunca había viajado así.
Y, con la sonrisa de los viajes, pensando en las gasolineras, los renos, los lagos, pensando en cómo se puede esculpir toda una vida, pensando en lo calentito que estoy metido en la cama con la que está cayendo ahí fuera, me dormí.
Y eso, te lo digo yo, mola.

3 comentarios:

  1. Mola. Mola todo. Lo que más mola es que todo te mola. Molas!!!
    Hace dos días que llegue de Norkapp y flipo con tu viaje. Molas mucho.
    Luis GSA GS1200.com

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  2. Gracias Luis, yo sólo hago fotos de lo que veo y cuento lo que me pasa... yo solamente disfruto de mis viajes ;-)

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  3. Estuve en Noruega en primavera, aunque no tuve la suerte de ir en moto, iba con coche de alquiler, por lo tanto mas o menos a mi aire.
    Y todo el rato iba imaginando que iba cabalgando mi Fazer, hasta tumbaba sobre el volante del coche.
    El otoño debe acojonar un montón, sin embargo, la primavera es exhuberante, con el deshielo que funde las montañas en innumerables cascadas y lagos.
    Gracias por compartir esos momentos tan maravillosos.

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